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Al final de la oración, el arzobispo se dirigió a los feligreses, en su mayoría ucranianos, con una palabra de consuelo:
"Queridos hermanos y hermanas, gracias por vuestra oración conjunta.
El Señor creó al género humano de tal manera que cuando vemos el sufrimiento de nuestro prójimo, no podemos quedarnos indiferentes, lo acompañamos en su dolor y le compadecemos. Mientras el hombre no haya perdido la imagen de Dios, mientras siga siendo hombre, así será.
El Apóstol Pablo dice que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, pero si uno de sus miembros sufre, sufre toda su plenitud.
Por lo tanto, hoy comprensiblemente sentimos compasión, sentimos la misma preocupación por nuestros seres queridos y el mismo dolor, que sienten nuestros hermanos y hermanas en la tierra ucraniana.
Por los que están en peligro, por los que pueden perecer. Y siendo parte de la Iglesia, de este organismo espiritual, debemos responder a este dolor y sufrimiento con el único medio que tenemos: la oración por la paz, por una pronta resolución del conflicto, por el cese de los disparos y las explosiones. Es la oración la que debe darnos fuerza, debe iluminar esa confusión y esa oscuridad en la que los elementos de este mundo quieren sumergirnos.
Oremos, cada uno en su lugar y en su corazón, oremos juntos en nuestros templos, para que esta prueba termine lo antes posible y llegue la paz”.

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